sábado, 13 de junio de 2009

Borges y Pessoa

por Luis Alberto Lecuna



El profesor Ricardo Marcángeli nunca deja de sorprenderme con algo nuevo.
En la última Feria Internacional de Buenos Aires “El Libro del Autor al Lector”, me llevó hasta un anaquel de una editorial europea, y extrajo un volumen de alguien que era totalmente desconocido para mí: Fernando Pessoa.
Ricardo ignoraba en absoluto el hecho de que junto a otros integrantes de la generación atlántica estábamos escribiendo un libro donde tangencial o directamente tocábamos la temática y las tecniquerías de nuestro maestro e inspirador, don Jorge Luis.
Leer a Pessoa, interesarme por su vida, me permitió comprobar un asombroso paralelismo que en última instancia podía contribuir de algún modo a convalidar la vieja tesis de que “todo ya ha sido escrito”, o la del escritor único.
Sí puede ser casual que Ricardo, a su regreso de Europa, me haya hecho conocer a Pessoa, del mismo mo-do que en otra ocasión me había develado al integrante de la generación perdida –y también de origen portugués– John Dos Passos.
Lo que no considero casual, es la tremenda similitud entre Pessoa y Borges. . .
En efecto, Borges mencionó siempre su ascendencia judeo-portuguesa y demostró especial interés por lo lusitano, a partir de la preferencia de su madre, por ejemplo, por Eça de Queiroz, el de Póvoa de Varzim.
Fernando Pessoa, era también mezcla de hidalgos y judíos.
Ambos recibieron una educación británica, adquiriendo las pautas sociales y culturales de una sociedad colonial dominada por la Inglaterra imperial.
Ambos aprendieron a la perfección su lengua natal y la inglesa.
La poesía pessoana está impregnada de metafísica y fantasía, al igual que la obra de nuestro maestro y de quienes integramos el movimiento borgesiano.
Otra circunstancia sorprendente: la primera experiencia literaria de los borgesianos fue la efímera revista marplatense Mensaje. Así también se llamaba (Mensagem) la revista de Pessoa.
Por otro lado, cabe citar que el esqueleto de la literatura pessoana está constituido por tres elementos: la vaguedad, la sutileza y la complejidad, otro rasgo en común con Borges. Pessoa declara su preferencia por la paradoja como creadora de malentendidos y ambigüe-dades y hasta como mero juego intelectual.
Llegado a este punto, y de no haber comprobado que Borges es una sola y única persona, pensaría que Jorge Luis es simplemente otro heterónimo pessoano, como Alberto Caeiro o Alvaro de Campos o Ricardo Reis, y que Bustos Domecq y Suárez Linch otros seudónimos como el de Alexander Search.
Pero lo que quizá con mayor intensidad provocó mi desconcierto, fueron dos características más del literato portugués.
Una, su total inclinación por los principios cabalísticos de la inmortalidad y su admiración por el padre Vieira, profundo estudioso de la cábala. Otra, cuando Pessoa se reconoce como un “creador de ficciones”.
Cábala, ficciones, paradojas, sutilezas, vaguedades, inmortalidad, metafísica, fantasía…
Como si esto fuera poco, y a modo de convalidar tamañas similitudes, ambos pregonan, con los mismos argumentos, con las mismas palabras, la tesis de que ya está todo inventado; todo hecho, todo escrito. Que a lo sumo se puede recrear lo ya creado, y que en última instancia todos los autores son un autor, pues la historia de la literatura no es más que la historia del espíritu como productor o consumidor de literatura...
Por eso es comprensible para quienes formamos parte del movimiento borgesiano (y por qué no pessoano), que cuando utilizamos en algún relato, cuento o poema, una idea, una frase o una palabra de Borges, estamos introduciendo en nuestra obra, por simple carácter transitivo, una idea, una frase o la palabra de pretéritos escritores.
El haber conocido a Pessoa no hace más que ratificar, luego de la sorpresa inicial, que al seguir a Borges no hacemos más que incluirnos en la larga lista de escritores que son (somos) un solo y único autor.

Buenos Aires, 1985

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