lunes, 16 de marzo de 2009

El Futurismo cumple un Siglo

Artistas futuristas junto al mentor del movimiento, Filippo Tommaso Marinetti (centro)

Quizás el mejor viaje a Europa fue el que hicimos con mi esposa Fátima en 1986, con el matrimonio Marcángeli.
Ricardo Marcangeli fue mi maestro, uno de mis padres espirituales, quien me introdujo en el mundo de las artes plásticas y la cultura en general. Aprendí con él a dibujar de pequeño, y con él di mis primeros pasos en pintura y grabado, y aprendí también a disfrutar por ejemplo, del arte padre del arte moderno, Paul Cézanne, de la lectura de Fernando Pessoa, de John Dos Passos, de la voz de Tony Bennett.
Hombre de vasta cultura, profesor de Literatura y de Historia, con quien visitar museos como el Louvre o el del Prado, o lugares emblemáticos de la historia de Europa, fue un lujo que nos deparó una satisfacción y un placer sin límites.
Y nuestro goce estético no se limitó a las visitas tradicionales y previsibles, como la inauguración del entonces Centro (y hoy Museo) Reina Sofía en Atocha, donde se comenzó a exhibir el Guernica (que antes estaba en el Casón del Buen Retiro), los museos Picasso de Barcelona y de París, El museo Miró, etc. Digo que no se limitó a lo previsible, porque en Italia tuvimos un “bonus” impensado: en aquél año, se inauguraba en el Palazzo Grassi de Venecia la muestra de arte más completa y espectacular que ví en mi vida, dedicada al Futurismo.
A la entrada, una magnífica Bugatti, impecable, como si fuera cero kilómetro, recibía a los desprevenidos visitantes, mientras en lo alto se enseñoreaba una avineta tan pulcra y nueva como el autom.vil.

Estábamos entrando a ese Futurismo signado por el movimiento y la velocidad, como lo habían prefigurado los creadores del movimiento a principios del siglo XX, tal cual lo consignaban en el punto cuarto de su Manifiesto: “Nosotros afirmamos que la magnificiencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado de gruesos tubos semejantes a serpientes de aliento explosivo. Un automóvil rugiente parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.”

La muestra era completísima, y evidenciaba la influencia que el futurismo tuvo en todas las manifestaciones humanas: en la pintura, la música, el diseño gráfico y de indumentaria, la arquitectura, la poesía…
Incluso para mi sorpresa, me encontré hasta con obras de Borges, dada la relación que el ultraísmo tuvo con el futurismo. Sabemos que Borges adhirió inicialmente al ultraísmo a partir de su vinculación con Rafael Cansinos Sáenz, con el mallorquí Jacobo Sureda y con quien luego fuera su cuñado, Guillermo de Torre, y que posteriormente abjuraría del mismo.
Ningún futurista faltaba a esa cita: su mentor, Filippo Tommaso Marinetti, Umberto Boccioni, Giacomo Balla, Luigi Russolo, Carlo Carrà, y Gino Severini

Quienes irrumpieron en el panorama cultural mundial con su prédica en contra de las formas tradicionales del arte, y adorando las máqiunas, el movimiento, la energía, el dinamismo, y los descubrimientos de la época (el teléfono, el tren, la bicicleta, los automóviles veloces, los grandes barcos, los aviones, las autopistas), apuntaban - según palabras de Marinetti - “a una completa renovación de la sensibilidad humana”.

¿Qué pensarían Marinetti y los futuristas, cien años después de su Manifiesto, de lo que implica hoy la revolución de las comunicaciones, la telemática, Internet, las redes sociales virtuales, y todos estos recursos que sin dudas, están modificando los modos, usos y costumbres de la humanidad?

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